Y aquí tenéis a la dulce Nerea, un encanto de niña que me conquistó desde el principio con su dulzura.
Pareciese que nos conociésemos desde siempre, pues nada más llegar, me dio un beso, me agarró de la mano y estuvo a mi disposición con su eterna sonrisa y su dulce mirada. Solo hubo un momento en el que se olvidó de mi por completo, y eso sucedió cuando nos aproximamos a la orilla. Allí se convirtió en la niña que realmente es, dejando de lado el osito y su tutu de bailarina, para saltar y correr tras las olas. Una vez más, tuve que hacer todo el ejercicio que me resisto a hacer durante toda las semana, tuve que remangarme los pantalones y llenarme de arena y agua hasta las cejas. Pero no importa, pues en ese momento ya sé que el resultado merecerá la pena. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Un espléndido día de verano que finalizó como no podía haberlo hecho mejor: con una preciosa luz gracias a la puesta de sol. Días así es Asturias, con este final, son contados y tuve el placer de disfrutarlo con mi pequeña Nerea.
Os dejo con las fotos deseando que las disfrutéis tanto como yo. Nunca me cansaré de decirlo: me encanta mi trabajo!!